¿Por qué no meditaba?
- Meta Amelia Santos
- 10 abr 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 ene

Lo que me limitaba para meditar
Por muchos años mi mamá me recomendaba meditar. Fui testigo de los cambios en ella, cuando pasaba más tiempo desde que había incorporado practicas de meditación en su vida cotidiana. Su cambio, hoy me doy cuenta, era hacia ser más aterrizada en sí misma. Cuando discutíamos, y teníamos fuertes discusiones en ese tiempo, yo sentía que me escuchaba más.
Luego mi terapeuta me recomendó meditar. Yo sabía que tenía razón, pero me decía que no sabía cómo empezar. Mi terapeuta me ayudó todavía un poco más y cuando iba a la consulta con ella, me ponía a meditar. Una parte mía se molestaba con ella, me decía a mí misma, pero si eso yo lo puedo hacer en casa, en la consulta quiero hablar de mí. Pero otra parte mía sentía el beneficio.
Luego pasó algo que cambió mi vida, mi familia y yo emigramos lejos. Me sentí sin raíces, a pesar de que mi mamá me acompañaba todas las mañanas, cuando la llamaba. Supe que tenía que hacer algo. Tomé un pequeño curso sobre mindfulness en línea del cual saqué una idea fundamental: para meditar regularmente hay que incorporarlo en la rutina diaria.
Decidí despertar todas las mañanas poco tiempo antes que el resto de mi familia y con la guía de un video que alguien generosamente había subido a Youtube, empecé a meditar. Creo que durante un año seguí esa rutina.
La guía del video era muy sencilla, pero fue poderosa para mí, indicaba que me concentrara en mi respiración y que observara mis pensamientos, sin juzgarlos, y los dejara ir. Me recordaba que regresara a mi respiración si me cachaba siguiendo un pensamiento, repitiendo que no lo juzgara y que solo lo soltara. Poco a poco aprendí que los pensamientos van a surgir, eso es justo lo que la mente hace y está bien, pero no necesito aferrarme a ellos. Aprendí a soltarlos.
Con el tiempo y la constancia entendí que mi resistencia a meditar era porque todo el tiempo estaba juzgando mis pensamientos y sobretodo a mí misma, y no de manera amable. Por supuesto que no quería meditar! Este sencillo video de menos de 15 minutos me ayudó a empezar una práctica que me ha cambiado la vida.
A través de la práctica constante de meditar, he aprendido a no juzgar mis pensamientos y consecuentemente a no juzgarme a mí misma. Esto me ha llevado a integrar la práctica de la compasión. Hoy me doy cuenta que mis pensamientos son solo eso, pensamientos, ideas. Cada día tengo más capacidad de observarme a mí misma, pero también voy desarrollando la capacidad de ver a las personas con quienes interactúo. La meditación me ha abierto dos puertas que radicalmente han mejorado mi calidad de vida: la consciencia y la compasión.
A través del ejercicio de meditación siento que cada día tengo más capacidad para darme cuenta qué siento y puedo con mayor facilidad explorar esos sentimientos. Es decir, una mayor capacidad para vivir en el presente. También he aprendido a tener compasión hacia mí misma. Sé que tengo mucho por crecer todavía, que apenas voy empezando, pero este hábito cotidiano de meditar que empecé hace 6 años quiero mantenerlo hasta el último de mis días.
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